La quimioterapia contra el cáncer de mama

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La quimioterapia, a quien veía como un enemigo, se convertiría en mi gran aliado. Gracias a ella, me podré curar. Consistirá en un tratamiento de 12 sesiones más 9 meses de Herceptin.

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Miércoles 18 de marzo, tengo que irme a dormir pronto, mañana es el gran día. Vueltas y vueltas sin parar en la cama, nervios e inseguridad.

En mi cabeza la palabra “quimio” no desaparece, la tengo incrustada en mi mente. Repaso los efectos secundarios que el médico me comentó que posiblemente sucediera… lo peor para mí es la alopecia. Debo intentar desconectar y dormir.

Al día siguiente, camino al Hospital Josep Trueta. Me acompaña Francesc. Aunque él no lo demuestre, sé que también está nervioso.

La llegada al Hospital de Día

Entramos por la puerta de Medicina Nuclear, la entrada es un pasillo largo y gris, al entrar me produce una sensación fría. Me tiemblan las piernas y tengo un nudo en la garganta. Llegamos al mostrador del ICO (Institut Català de Oncología), la secretaria me comenta que me llamarán por el altavoz y después hay que pasar al Hospital de Día 1. Todo está indicado con carteles con el anagrama del ICO y predomina el color naranja. Hay información para cualquier tipo de ayuda que necesite.

Escuché mi nombre en la sala. Abrí una puerta de cristal transparente, imaginé que dentro podía encontrarme con personas que lo estaban pasando mal, que sería un lugar triste. Pero mi sorpresa fue, que al entrar percibí todo lo contrario, sentí paz y tranquilidad, mis piernas dejaron de temblar.

Sala de la quimioterapia

Era una sala grande, con música ambiente, con diez butacas una al lado de la otra, donde había gente sentada, algunos durmiendo, otros leyendo un libro, otros simplemente con la mirada ausente en sus pensamientos… Enseguida se me acercó una enfermera muy agradable y simpática. Me indicó que tenía que ir a la butaca número 10, la del fondo. Jamás olvidaré ese día, esa butaca, donde empezaría una gran experiencia, llena de nuevas amistades, nuevos sentimientos. De algo tan negro que me imaginaba, se fue convirtiendo en una luz cada vez más clara. Entendí que el tratamiento de la quimioterapia al que veía como un enemigo, al que le tenía miedo, en realidad se convertiría en mi aliado, entendí que lo necesitaba y agradecí poder tenerlo.

Sala de quimioterapia
Sala quimioterapia

Al lado de mi butaca, tenía un carrito para colgar las bolsas con la medicación, donde conectan un tubito transparente y me lo “enchufaron”, como digo yo, al porta-cath que me habían puesto debajo de la piel en el pecho. Empecé la quimioterapia. El primer día estuve 6 horas y media. El tiempo y la velocidad del suministro de los fármacos lo controlan a través de una bomba colocada entre la bolsa del fármaco y el porta-cath. En la primera sesión hay que introducir la medicación poco a poco, se debe controlar que no haya ninguna reacción alérgica y que se tolere bien.

Las enfermeras y auxiliares siempre están atentas a cualquier gesto de los pacientes, predispuestas a ayudar, a cuidarte, a orientarte.

Mi enfermera me dijo que podía levantarme para ir al baño, comer algo si me apetecía, leer, coger la tablet o el móvil, dormir.

La medicación de mi tratamiento se compone de dos fármacos, el TAXOL que puede producirme efectos secundarios como, náuseas, vómitos, diarreas, llagas en la boca, neuropatía (dolor en las articulaciones) y lo que es seguro es alopecia. Y el HERCEPTIN, que no tiene efectos secundarios.

Al cabo de un ratito, noto que me entra sueño y estoy un poco mareada. Es por un antihistamínico que se llama Polaramine y que me deja como si flotara por las nubes.

Efectos secundarios

Al terminar mi sesión, nos vamos a casa. Me estiro en el sofá, tengo sueño, en la boca y en la garganta me ha quedado gusto a medicamento, pero me encuentro bien. Después de cenar tengo que tomarme dos pastillas que me recetó mi oncólogo, una es para evitar vómitos y la otra es de cortisona.

Por la noche en la cama, después de dar una cabezada agotada por el cansancio y los nervios me desperté empapada de sudor y así sería durante las primeras sesiones. Mi cuello y mi cara se enrojecieron, tenía muchos sofocos, estos síntomas los tendría todas las noches después del tratamiento.

Al cabo de unos días tengo dolor de barriga, por estreñimiento y otras veces por diarreas. Desde entonces no he vuelto a tomar leche ni café, del resto de alimentos como de todo.

Empezaron a pesarme las piernas, estoy muy cansada. Por las noches no puedo dormir debido a otro efecto secundario, el insomnio. Sangro muy a menudo por la nariz y la menstruación me ha desaparecido.

¡Tanto que yo he renegado de ella! y ahora la echo de menos, porque estos sofocos, no los aguanto.

A las dos semanas de haber empezado la quimio, me aconsejan que me corte el pelo, pronto empezará a caerse, es mejor que lo tenga corto, tengo que acostumbrarme y así la impresión no será tan fuerte.

Caída del pelo por la quimioterapia

Llevo cuatro sesiones y al tocarme la cabeza noto que empieza a caerse el pelo. Dos días más tarde, estando en la ducha, veo en la bañera muchísimo pelo. Pensé:

¡llegó el momento!

En ese instante, me invade un miedo terrible, lloro sin parar, empecé a ser consciente de mi enfermedad, no lo había querido reconocer, pero ese detalle inicial de la alopecia me hizo ver la realidad.

En la tarde del 14 de abril estoy en la peluquería, con mi copiloto en esta aventura, me voy a cortar el pelo al cero. Unos días antes habíamos hecho una especie de juego con Marc, Francesc y conmigo, el que se cortase el pelo más corto ganaba. Así que se lo cortaron casi al cero, pero yo era la última. Al llegar a casa, le enseñé la cabeza y sin pensárselo me dijo:

¡mamá, qué guapa estás! ¡No te dejes más el pelo largo! Has ganado.

Fuimos a un centro capilar para ver qué tipos de pañuelos y pelucas tenían. Al probarme las dos cosas, tuve claro que me pondría los pañuelos, me sentía más a gusto.
Al raparme la cabeza, me quité un peso de encima, había estado obsesionada, me atormentaba con la caída del pelo. Me sentí psicológicamente liberada.

Me puse mi pañuelo a conjunto con mi modelito y salí a la calle, con la cabeza bien alta.

¡Pues sí! tengo cáncer, hago quimioterapia y me he rapado la cabeza.

Ahora no hay tabús, no escondo mi enfermedad, fuera miedos, lo tengo totalmente asumido. Hay que sonreír, porque con una sonrisa, todo se ve diferente.

Esa iba a ser mi arma, la SONRISA.

La rutina en los ciclos de la quimioterapia

Hoy es jueves y me toca mi cita semanal con la bolsa de color amarillo, el color de la dosis de quimioterapia. Llego a recepción, tienen que verificar que he ido y en ese momento preparan mi medicación. Espero a que me llamen por el altavoz, a veces me toca ir al Hospital de Día 1 otras al 2.

Me llaman enseguida. Tengo preparada mi butaca. Las enfermeras y auxiliares son encantadoras. Me transmiten tranquilidad y seguridad. Antes de empezar con la sesión, me preguntan cómo me encuentro y qué efectos secundarios he tenido durante la semana.

Cuando estoy recibiendo el tratamiento, los pacientes que tenemos al lado solemos comentarnos cómo nos va, compartimos inquietudes y nos damos ánimos. Se crea un espacio muy humano.

Control de análisis durante el tratamiento

analítica de sangre durante el cáncer de mama
Analítica de sangre durante el cáncer de mama

Los fármacos de la quimioterapia son muy fuertes y destruyen a las células de nuestro organismo, hay que controlar como afecta la medicación a mi sistema interno y cada quince días tengo que hacerme una analítica de sangre, mi oncólogo valora que los niveles de glóbulos, plaquetas, hematíes, etc…, estén bien y así continuar con la quimio.

Los análisis me los hago en el laboratori donde trabajo, agradezco el apoyo que me dan todo el equipo. Gracias a todos.

Más efectos secundarios de la quimioterapia

Me quedan pocas sesiones, estoy más cansadita, el pelo ya se ha caído del todo, tengo la cabeza como una bombilla, pero tengo que reconocer que ahora me lavo la cabeza en un minuto, estoy lista en un momento, sin secador, sin planchas del pelo, eso sí, me maquillo un poco más. Ahora me doy cuenta del largo camino que he recorrido y lo poquito que me falta para llegar a la meta.

He notado que tengo muchos despistes, la memoria me falla bastante, al principio no le daba importancia porque eran pequeños detalles, ahora cada vez los olvidos son más frecuentes. Mi oncólogo me explica que es un efecto secundario y tardaré en recuperar la memoria, más o menos un año, una vez finalizada la quimioterapia.

Última sesión de la quimioterapia

Jueves, 4 de junio, Llegó el día! estoy eufórica y contentísima, no me lo creo, ¡ya está!

Escucho mi nombre por megafonía, tengo que ir al Hospital de Día 2, me ha tocado una habitación con una cama, estoy sola sin nadie al lado; como siempre, me acompaña Francesc, que puede entrar.

Francesc ha venido a todas las sesiones, ha estado a mi lado en todo momento. No ha demostrado debilidad en ningún instante, todo lo contrario, me ha dado mucha seguridad y confianza desde el primer día. Aunque, conociéndolo, sé que lo ha pasado mal y que ha estado muy preocupado. Pero es una persona muy fuerte. Gracias príncipe, te quiero.

Buscando ilusión y entretenimiento para combatir el cáncer

Siempre llevo un libro, pero me suelo quedar dormida con el Polaramine (antihistamínico) y cuando me despierto, casi ha terminado mi sesión. La bomba por la que pasa toda la medicación empieza a pitar. La sesión ha terminado. Se acabó la quimioterapia. Las enfermeras me felicitan y me voy súper contenta a casa.

Hace unos días a través de mi amiga Mónica, contacta conmigo M.S. que es instructora del máster class de Zumba, me explica que ha organizado un evento benéfico contra el cáncer y que si puedo, le gustaría que saliera con ella y otros instructores a bailar una coreografía.

Puedes contar conmigo, si mi cuerpo me lo permite, ¡por supuesto!

Me hace mucha ilusión porque es por una buena causa. Tengo que intentar recuperarme, coger fuerzas, porque es el sábado (dos días después de terminar la quimioterapia), espero estar bien, pero nunca se sabe cómo voy a reaccionar al tratamiento.

Día 6 de junio, me ha costado ir al máster class de Zumba, estoy muy cansada, pero ahí estoy, aunque no me aguanto y no puedo seguir.

Ha venido mucha gente, todo un éxito, muy emocionante, ¡genial!, gracias a todos por venir en un momento tan especial para mí.

Ha venido mi hermano, mi hermana, cuñados, cuñadas, sobrinos y sobrinas, mi suegra, mi prima María corriendo la pobre que no llegaba. Mis mejores amigas: Mónica, Marta, Ana, Yeni, algunas de hace tiempo que ni nos veíamos. Sònia y Albert ¡qué sorpresa!, también me he encontrado a una auxiliar del ICO de quimioterapia (me ha hecho mucha ilusión verla). Y más gente conocida, mostrando la parte solidaria en estas ocasiones que tanta falta hace.

Asimilando mi nueva imagen, sin pelo.

El mes de junio ha empezado con unas temperaturas muy altas, hace mucho calor y el pañuelo en la cabeza me molesta. Noto presión, cuando llego a casa enseguida me lo quito. Por la calle aún me cuesta, tengo la sensación de que todo el mundo me mira, pero he decidido quitármelo, me da igual, tengo que ir cómoda. Y la verdad es que nadie te mira, son cosas que tienes metidas en la cabeza. Las cejas y pestañas empiezan a caerse. Intento maquillarme siempre, incluidas las cejas, así me veo mejor.

Con toda la adrenalina a flor de piel, vuelvo a casa, descansar hasta la próxima visita oncológica, hay que recuperarse durante un mes para la siguiente aventura, la RADIOTERAPIA.

lucha contra el cáncer de mama

Femi Montero

Organizadora de eventos benéficos, campañas de recaudación y venta de productos solidarios.

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